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Culpa y Castigo – Reflexiones

9 Jun

Culpa y Castigo – Reflexiones

por Pablo Santomauro

Terremoto en Haití y Pat Roberson – ¿Fueron sus palabras tan controversiales?

El pasado Enero Haití fue desvastado por el peor terremoto que sacudió el sur del país en los últimos dos siglos. Pat Robertson, quien ha dicho algunas cosas fuera de lugar en el pasado, también comentó sobre la tragedia en Haití. Los medios de comunicación inmediatamente reaccionaron criticando a Robertson por sus declaraciones. Aclaro que Robertson no es santo de mi devoción. Su marcada inclinación hacia la Teología del Dominio y su propensión a ciertos aspectos del evangelio de la prosperidad lo ubican automáticamente en mi lista de maestros cuestionables. A pesar de ello, considero que en el caso de Haití, Robertson fue injustamente atacado, aun desde el campo cristiano.

Con motivo del temblor en Haití, Pat Robertson dijo: “Ellos (los haitianos) estaban bajo el talón de los franceses, tú sabes, Napoleón III o quién fuera, y ellos se juntaron e hicieron un pacto con el diablo. Ellos dijeron: Vamos a servirte si tú nos liberas de los franceses. Historia real. Entonces el diablo dijo: OK, trato hecho”. Robertson continuó diciendo que desde ese entonces (siglo 18), Haití ha sido castigada por una cosa u otra, y estableció la diferencia de Haití con la otra mitad de la isla, la República Dominicana, nación que Robertson considera próspera en marcado contraste con la pobreza de Haití.

Obviamente, las palabras de Robertson fueron arriesgadas, sobre todo para la nueva mentalidad que campea en nuestra sociedad, pero los medios de comunicación (cristianos y seculares) no citaron el resto de lo que dijo Robertson. Su comentario fue hecho en un contexto de compasión cristiana ante la tragedia y el anuncio de que su ministerio estaría enviando ayuda a la zona del desastre. Esto no vio la luz en medio de la andanada de críticas.

Respecto al pacto con el diablo, Robertson no dijo nada que no sea de conocimiento general. Cualquiera puede verificar el pacto. En Agosto de 1791, un esclavo que practicaba la brujería, llamado Dutty Boukman, lideró un ritual de vudú en el cual se sacrificó un cerdo y se bebió su sangre. El propósito del rito fue formar un pacto con las fuerzas espirituales de la isla. Los presentes, líderes de la resistencia contra los franceses, acordaron servir a estos espíritus a cambio de la liberación del yugo francés. Trece años más tarde, ésta fue lograda. La historia puede tener versiones disímiles pero la realidad es que fue un hecho real. El vuduísmo ha sido siempre la práctica religiosa dominante en Haití y fue sancionado como religión oficial en 2003. Esto habla a las claras de la condición espiritual de la población.

Desde la perspectiva cristiana, debemos tener sumo cuidado de hablar por Dios. No existen hoy en día profetas que pronuncien los oráculos divinos, por más que algunos farsantes  reclamen serlo. Pero, ¿es tan descabellada la idea de que  Dios hace responsables a las naciones por los actos de sus líderes? ¿Es acaso antibíblica? Conviene repasar la Biblia. El simple análisis de dos conceptos a continuación nos puede dar la respuesta:

1)    Solidaridad grupal inherente (término que me permito inventar). Los sociólogos lo llaman “Solidaridad Orgánica”.

La Biblia enseña un concepto de solidaridad en el cual un individuo es considerado y tratado de acuerdo a su relación con un grupo, sea una tribu,  una nación, o toda la raza humana. A su vez, el grupo es considerado y tratado en base a su relación con su representante original.

Ejemplos:

§  Cualquier judío individualmente es visto como “escogido” en virtud de su participación en la solidaridad grupal de la nación “escogida”. Al mismo tiempo, la nación es vista como “escogida” por su relación con Abraham, quien fue individualmente escogido por Dios (Gn. 12:1-7).

§  El sacerdocio levítico – Un individuo podía ser bendecido en virtud de su participación en la solidaridad con su tribu. Por ejemplo, un levita individual podía ser sacerdote en virtud de su participación en la solidaridad de la tribu de Leví, mientras que la tribu de Leví era considerada como la tribu sacerdotal debido a su relación con Leví, quien fue escogido individualmente por Dios para ser Sumo Sacerdote (Nm. 18:6-24).

§  Culpa y castigo corporativo – El sufrimiento  de los egipcios en forma individual cuando las plagas, de los canaanitas, filisteos, amorreos, heteos, etc., durante la conquista de la tierra prometida, el sufrimiento de los  judíos individualmente durante la cautividad en Asiria y Babilonia, y todos los demás juicios enviados contra otras naciones, fueron justificados sobre la base de su participación en la solidaridad de sus naciones.

¿Y los justos?

Un hombre justo puede ser conceptuado como culpable en un sentido corporativo debido a su participación solidaria en el pecado de su tribu o nación. Así vemos como Nehemías confesó los pecados corporativos de su nación (Neh. 1:5-11). En este pasaje podemos ver claramente cómo un solo individuo puede ser considerado y tratado por Dios como culpable por los pecados de la nación. El hecho de que él mismo no haya cometido esos pecados particulares no elimina o cancela la culpa que él carga sobre sí.

La anterior es la base legal divina sobre la cual se justifica el castigo por ciertos pecados que sobrevino sobre ciudades como Sodoma y naciones como Egipto. A su vez, debido a su participación solidaria con la unidad familiar, el castigo puede permanecer por varias generaciones (Jos. 7:24-26; Jer. 22:28-30; 36:31).

Aclaro, por si acaso algún sentimental malinterpreta mis pensamientos, que no estoy hablando de salvación individual sino de castigo corporativo. Las bendiciones o juicios sobre tribus, ciudades, naciones, y raza humana en general, sólo se justifican si aceptamos el concepto bíblico de solidaridad grupal  inherente. Lo mismo sucede con el Diluvio universal y la conquista de la Tierra Prometida.

Secularmente

El concepto de solidaridad grupal es un principio bíblico que también es parte necesaria en nuestra vida secular. Cuando el liderazgo de una nación declara la guerra a otra nación, cada ciudadano individualmente está en guerra, esté o nó de acuerdo. La persona puede sufrir heridas o la muerte misma, y su propiedad destruida o confiscada sobre la base de que es parte de la nación. Yo sé que este concepto es difícil de digerir en estos tiempos en que existe lo que se llama “daño colateral”, pero la única otra opción que nos queda es negar el principio bíblico. El ciudadano individual lleva sobre sí la culpa  y el castigo corporativo acarreados por el estado bélico en que participa la nación. Concluimos que los gobiernos humanos están en parte fundamentados en el concepto de solidaridad.

2)    Representación.

La Biblia enseña un concepto de representación en el cual las acciones y decisiones de nuestros representantes son consideradas y tratadas como si fueran nuestros propias acciones y decisiones.

En su sentido secular, este concepto sirve como fundamento de los gobiernos representativos. Como explicamos antes, si el congreso de una nación declara una guerra, los ciudadanos automáticamente han declarado también la guerra. Si nuestros representantes en el gobierno decretan un nuevo impuesto, debemos pagarlo rigurosamente porque es como si nosotros mismos lo hubiéramos votado. No interesa si usted está de acuerdo con el impuesto o si es ignorante de éste. Usted es moral y legalmente responsable por las acciones y decisiones de sus representantes.

El principio lo encontramos en la Biblia. Los individuos son vistos y tratados por Dios de acuerdo a las acciones y decisiones de sus representantes, ya sea para ser bendecidos o maldecidos. El corazón duro del Faraón trajo juicio sobre toda la nación (Ex. 7:11). Aquellos que siguieron a Coré, Datán y Abiram tuvieron su mismo destino (Nm. 16). Cada rey impío en Judá o Israel trajo juicio sobre toda la nación. Ej: No llovió en Israel por causa de la maldad de Acab (1 R. 17s).

En el sentido positivo, las acciones  y decisiones de los buenos reyes causaron bendiciones a toda la nación.  Ej: la nación fue librada de los asirios gracias a que el rey Ezequías buscó a Dios (2 R. 19).

La más grande ilustración del principio de representación es la expiación sustitutiva y vicaria de Cristo (1 Co. 15:3-4). Somos salvos gracias a las acciones y decisiones de Jesucristo, nuestro representante. El es nuestro mediador, abogado, y Gran Sumo Sacerdote (1 Ti. 2:5; 1 Juan 2:1; He. 2:17). Tanto la expiación y la justificación, al igual que el pecado original, están fundamentados en el principio de representación, y esto nos lleva al concepto de imputación, el cual desarrollaremos en una próxima entrega. <>

CENA DEL SEÑOR

9 Jun
CENA DEL SEÑOR
Sencilla fiesta ritual ordenada en la Iglesia por Cristo («haced esto en memoria de mí», Lc 22.19), y denominada hoy a veces eucaristía (en griego, acción de gracias) o santa Comunión. Conmemora la muerte expiatoria de Jesucristo y a la vez simboliza la unidad de los cristianos y su reiterada fe en la pronta venida de su Señor.
La última cena que Jesús comió con sus discípulos, durante la Fiesta de la Pascua en la víspera de su crucifixión, sirve de base para la actual Cena del Señor. Evidentemente fue para Él un momento de extraordinaria importancia (Lc 22.15). Dio instrucciones precisas en cuanto a los preparativos (Mt 26.17ss y //), y tomó precauciones para que Judas, y por ende los líderes judíos, no supieran de antemano dónde comerían (Aposento alto).
El Lavamiento de los pies que Jesús hizo a sus discípulos (Jn 13.4–17) dio inicio a la celebración de la cena pascual muy cargada en sí de simbolismo religioso. Luego Jesús tomó el pan, y lo partió y distribuyó entre sus discípulos diciendo: «Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí» (1 Co 11.24). Después los invitó a tomar de la copa de vino, y dijo: «Esta copa es el nuevo Pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiéreis, en memoria de mí» (v. 25). Esta versión paulina de las palabras de institución, parecida a la de Lucas (22.15–20), ha de compararse con la de Marcos (14.22ss), la cual Mateo ha seguido de cerca (26.26–30).
Frente a la dificultad de fijar la fecha precisa de la institución de la Cena del Señor (Jesucristo), algunos eruditos han tratado de separar por completo esta fiesta cristiana de la tradición pascual. Afirman que Jesús murió precisamente a la hora en que solía sacrificarse el Cordero pascual (Jn 19.14, 31) y que, por tanto, no pudo haber celebrado la comida de la Pascua la noche anterior. Datos descubiertos recientemente en Qumrán, sin embargo, parecen indicar que hubo discrepancias en los calendarios judíos de aquel entonces que quizá permitieran armonizar los relatos sinópticos con el juanino.
Sea la fecha el 14 ó 15 de Nisán, indudablemente los pensamientos de Jesucristo, al sentarse a la mesa, giraban alrededor de la Pascua. Por sus palabras, y mediante un simbolismo profético, el Señor comunica a los suyos que el significado original de la Pascua adquiere una nueva dimensión y cumple la Tipología del Antiguo Testamento. Hace del pan y del vino nuevas parábolas de su sacrificio inminente y emblemas de su muerte que se verificaría por la Expiación del pecado humano y la Propiciación de la justicia de Dios. Por analogía, Cristo hace así que los suyos se identifiquen con una nueva liberación del «Egipto» del pecado en cada celebración de la Cena del Señor.
Algunos cristianos, y en particular los catolicorromanos, han interpretado literalmente las palabras de la institución: «este pan es mi cuerpo … esta copa es mi sangre». Otros aseveran que el verbo «ser» tiene aquí el valor exegético de «significa», como en Gn 41.26; Dn 7.17; Lc 8.11; Gl 4.24; y Ap 1.20, además de que en el arameo hablado por Jesús el «es» faltaría del todo. De ahí se cree que el Señor hablaba metafóricamente.
En la iglesia primitiva, se acostumbraba antes de la Cena del Señor una comida común que conmemoraba las ocasiones alegres en que Jesucristo partía el pan con sus discípulos (por ejemplo, Lc 24.30; Jn 21.9ss; cf. Jn 6.11 y el «partimiento del pan» de Hch 2.42, 46; 20.7; etc.). Parece que en Corinto estas fiestas o Ágapes se convirtieron en ocasiones egoístas para embriaguez y glotonería que merecieron una severa reprensión de Pablo (1 Co 11.20ss). El apóstol advirtió del juicio que espera a los que participan de los elementos «indignamente … sin discernir el cuerpo» (vv. 27–34).

Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.