Constantes en la oración…
En numerosas ocasiones escuchamos la historia de personas que oran al Señor durante muchísimo tiempo por los mismos motivos, intercediendo ante el Trono de la Gracia. Tienen dedicación y constancia para presentar ante Dios peticiones por personas o necesidades. No se cansan, no se frustran, no se detienen.
Conozco algunas de ellas. Mi madre es una mujer que ora. Mis recuerdos de mi más tierna infancia me la presentan de rodillas, cada noche, orando en su lengua materna. Y año tras año me ha asegurado que ora por mi, por mi familia, por hermanos de su iglesia y de otros lugares. Siempre comparte pedidos de oración por aquellos que sabe que tienen una necesidad. También he oído a personas agradeciéndole debido a que esas oraciones fueron respondidas, y ellos bendecidos.
Más allá del valor inmenso que tiene este hecho, hay Alguien que intercede por nosotros ante el Padre.
En Juan 17 vemos al Señor Jesucristo orando por sus discípulos, pidiendo por aquellos que lo acompañaban en su ministerio en este mundo:
“Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti… He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste: tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra… Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío… Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé… no ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal… mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos… Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo… y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (Juan 17:1-26)
Luego de su partida, podemos estar seguros que sigue intercediendo por los suyos:
“Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25)
¿Oramos por los que nos rodean o nos acompañan en las tareas que realizamos? ¿Intercedemos ante el Padre por sus vidas, sus familias, su desempeño?
La Biblia nos dice:
“… constantes en la oración” (Romanos 12:12)
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias, orando también al mismo tiempo por nosotros…” (Colosenses 4:2-3)
“…La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16)
Recordemos: Podemos marcar grandes diferencias en las vidas de quienes nos rodean orando por ellos…
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