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El sospechoso de las cartas con ántrax se lleva el secreto a la tumba

27 Mar

3/8/2008 Edición Impresa LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA|DESENLACE DE LA INVESTIGACIÓN DE UN ATAQUE BIOLÓGICO EN EEUU EN EL 2001

El sospechoso de las cartas con ántrax se lleva el secreto a la tumba

  1. • El suicidio de un científico del Pentágono deja preguntas sin respuesta
  2. • El FBI cree que Ivins quería llamar la atención para desarrollar una vacuna
AP / ROB CARR
Bruce E. Ivins. Foto: AP / ROB CARR
N. S.
NUEVA YORK

Bruce E. Ivins, investigador especializado en bioterrorismo que trabajaba para el Pentágono, era el principal sospechoso del caso de las cartas con ántrax enviadas por correo tras los ataques del 11-S y que causaron la muerte a cinco personas. Acorralado por el FBI, Ivins se suicidó esta semana, después de ser informado de que había suficientes pruebas para inculparle de asesinato. Su desaparición deja muchos interrogantes abiertos en un caso que mantuvo en vilo al país.
«Creo que el FBI nos debe una explicación porque han pasado ya siete años, hay muchas preguntas sin responder y los ciudadanos merecen saber más», afirmó el exlíder demó-
crata en el Senado Tom Daschle, de Dakota del Sur, cuya oficina recibió una carta que contenía el letal polvo blanco en el 2001.
Entre esas preguntas sin responder está el verdadero motivo del científico para enviar esas cartas, si es que fue él quien lo hizo. La teoría del FBI es que liberó el ántrax para llamar la atención sobre esta amenaza, y así atraer dinero y prestigio a un oscuro campo para, finalmente, investigar una vacuna.

PRIMERA EXONERACIÓN
La aparición de Ivins como el único sospechoso se produjo después de que otro científico del Ejército involucrado en el caso, Steven Hatfill, fuera exonerado de responsabilidad. El mes pasado, el Departamento de Justicia libró de culpa a este colega de Ivins y le pagó una indemnización de 3,7 millones de euros. Tras el suicidio del principal sospechoso, Justicia se ha limitado a decir que «se han hecho progresos sustanciales en la investigación» y prometió divulgarlos pronto. El departamento deberá decidir si cierra el caso ahora que Ivins ha muerto.
Otro asunto preocupa, y mucho, a los congresistas de Washington. Hasta el 2001, Ivins era uno de los pocos científicos especializados en armas bioquímicas que trabajaba con sustancias letales en laboratorios militares de alta seguridad. Hoy estos investigadores ya no son unos pocos, sino cientos, repartidos por universidades y otras instituciones de EEUU a la espera del próximo atentado. La pregunta es ahora si este auge sin precedentes en la investigación de la biodefensa no habrá hecho el país más inseguro, al multiplicar los puntos con acceso a estas peligrosas armas.
«Ahora tenemos más riesgo, no menos», subrayó en el diario The New York Times el congresista Bart Stupak, presidente de la comisión de la Cámara de Representantes que investiga los fallos de seguridad en los laboratorios especializados.
El supuesto motivo de Ivins para tratar de atraer la atención sobre estas armas era que si tenía éxito podría desarrollar una vacuna experimental en la que llevaba años trabajando, sacándola del laboratorio y poniéndola bajo un multimillonario contrato federal. Desde los ataques, el Gobierno ha invertido 32.000 millones de euros en construir nuevos laboratorios y desarrollar vacunas y medicamentos.

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